Hoy en día, hay personas que trabajan o encuentran trabajo gracias a su físico mientras otros son descartados por su aspecto. Es evidente que la apariencia condiciona nuestra vida laboral, en mayor o menor grado. Pero, ¿qué papel juega la cirugía estética en esta situación?
En pocos segundos solemos juzgar a una persona básicamente por el aspecto físico y la apariencia. Este juicio, erróneo o no, puede condicionar nuestra vida social pero también la laboral. Las apariencias sí que importan en muchos casos y es muy importante saber sacar partido de nuestra imagen en cualquier situación. Una cara y una sonrisa bonitas pueden abrir muchas puertas en el mundo laboral. Un estudio publicado por la Sociedad Catalana de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SCCPRE) explica que un tercio de los pacientes que se someten a cirugía estética tienen motivaciones laborales, ya sea para conseguir o para mantener un puesto de trabajo. Mucha gente cree que debe invertir en su imagen, someterse a algún tratamiento o intervención de cirugía estética, y mejorar su aspecto para ser más competitivo o tener más aspiraciones en el terreno laboral. Además, cada vez es más frecuente que gente en edades cercanas a la jubilación siga trabajando durante más tiempo, se sienta activa y quiera mostrar esta imagen a los demás.
La formación y el currículum son fundamentales en el entorno laboral pero en muchos casos también lo es el aspecto. Las empresas pueden descartar a un candidato o candidata por considerar que su aspecto o condición física no es la adecuada. Puede que no sea ético ni constitucional pero es la realidad. Y es también una realidad que muchos pacientes recurren a la cirugía estética para intentar revertir esta situación.