La cirugía estética está en constante evolución y las técnicas quirúrgicas utilizadas cambian y se van perfeccionando con el paso del tiempo. El caso de la rinoplastia es un claro ejemplo. Actualmente, en la cirugía de la nariz, es imposible separar la estética de la funcionalidad ya que toda actuación quirúrgica que busque mejorar la estética nasal puede tener consecuencias negativas a nivel funcional. Las técnicas de rinoplastia del siglo XXI no son tan agresivas ni quitan tanto tejido como las anteriores y se obtienen unos resultados totalmente naturales y duraderos, tanto en la estética como en la funcionalidad de la nariz.
Existen dos alternativas a la hora de realizar una rinoplastia: la rinoplastia cerrada y la rinoplastia abierta. En el primer caso, la operación se realiza a través de incisiones en el interior de los orificios nasales, de manera que no queda visible ninguna cicatriz externa. A través del interior de la nariz, se tallan y modelan los huesos y cartílagos nasales y se configura una nueva estructura. La rinoplastia cerrada está indicada para pacientes que no presentan problemas respiratorios nasales y que desean cambiar sobre todo el perfil nasal.
En el caso de la rinoplastia abierta, la operación se realiza a través de pequeñas incisiones externas en la columela o en la base de las nasales, pero siempre hacia el interior para que las cicatrices no sean visibles. Una vez realizadas las incisiones y liberada la piel, se esculpen, refuerzan y reconstruyen los cartílagos y los huesos de la nariz para lograr el resultado deseado. Esta técnica quirúrgica es la más indicada para casos en los que previamente existe una alteración nasal respiratoria, y para aquellos en los que independientemente de existir o no dicha dificultad, se persigue la modificación de grandes deformidades de la punta nasal.