Si hay una parte de nuestro rostro que determina nuestras facciones en gran medida ésta es, sin duda, la nariz, de manera que cualquier modificación que realizamos en ella nos ayudará a conseguir ese aspecto con el que siempre habíamos soñado.
Por ello se trata de una de las intervenciones más demandadas tanto por hombres como por mujeres, siendo una de las pocas operaciones estéticas realmente unisex, en el sentido de que no hay diferencia real entre la cantidad de hombres y mujeres que la solicitan.
En este sentido es de vital importancia contar con una cirujano experimentado y con la suficiente preparación para asegurar que los resultados obtenidos son los adecuados, y, por supuesto, tener una expectativa real de lo que se puede y no se puede obtener, para evitar llevarse decepciones.
Pero, ¿cómo se realiza la rinoplastia?
Lo cierto es que existen dos maneras diferentes de enfrentarse a una rinoplastia por parte de un cirujano, dependiendo principalmente del nivel de corrección que se necesite en la nariz del paciente.
Por un lado tenemos la rinoplastia cerrada, que es la más habitual y la que se practica en la mayoría de las ocasiones, siempre y cuando no haya complicaciones y modificaciones estructurales de grandes dimensiones.
Esta operación se realiza mediante incisiones en el interior de los orificios nasales, con lo que se consigue que una vez finalizada no quede ninguna cicatriz externa favoreciendo el efecto positivo de la intervención.
Por otro lado, y para los casos más graves, existe la opción de realizar una rinoplastia abierta, normalmente cuando hay que corregir grandes deformidades de la punta nasal, y se realiza mediante cortes exteriores, con lo que se deja una pequeña cicatriz, que aunque se intenta ocultar lo máximo posible es relativamente visible.
¿La rinoplastia es siempre reductora?
No necesariamente, ya que puede haber casos en los que el paciente tenga la necesidad contraria, es decir, incrementar el tamaño de su nariz, ya sea por una cuestión estética o médica, para lo que se intentan utilizar injertos del propio paciente para garantizar la biocompatibilidad con el organismo.
